La música, los trajes brillantes y el ritmo del tambor se adueñaron en la noche del jueves de la principal avenida de Montevideo, en el desfile inaugural del Carnaval, la mayor fiesta popular de este país sudamericano.
Decenas de miles de personas colmaron la céntrica Avenida 18 de julio para aplaudir a sus conjuntos favoritos y bailar al son de la música.
La celebración combina festividades europeas y africanas y como tal, en la misma conviven humoristas con conjuntos de bailarines y las populares cuerdas de tambores, a cuyo ritmo se mueven personajes como la Mama Vieja, el Escobillero y el Gramillero, que remiten al Montevideo colonial de los siglos XVIII y XIX.
Con sus caras pintadas y trajes coloridos, las múltiples murgas -agrupaciones de origen español y que se caracterizan por brindar un espectáculo teatral-musical, con fuerte componente de crítica política y social- bailan al son del redoblante. Los grupos de revista muestran ensayados pasos de baile y los humoristas contagian al público con su canto.
Tras el pasaje de las aplaudidas reinas del Carnaval, las Llamadas (conjuntos de tambores) y escolas de Samba, la delicia de los niños son una docena de coloridos títeres gigantes que, por primera vez, se sumaron al festejo y fueron recibidos con vítores, espuma y confeti.
Para esta fiesta popular, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XIX, la Intendencia de Montevideo invierte dos millones de pesos (81.500 dólares). La comuna reparte 607.700 pesos (24.800 dólares) en premios a los mejores conjuntos ?un total de 42 este año- en base a su vestuario, movimiento y creatividad.
El desfile marca el inicio de la fiesta del dios Momo, pero el plato fuerte de esta celebración en Uruguay son las actividades desarrolladas durante cerca de 40 días consecutivos en todo el país, lo que convierte al Carnaval uruguayo en uno de los más largos del mundo. El calendario de actividades comienza este viernes en los denominados 'tablados' (escenarios barriales), que reciben espectáculos a diario, y los 'corsos' o desfiles barriales.
Se estima que, en solo ocho semanas, este festival vende en este país fanático del fútbol más entradas que en todos los demás espectáculos, tanto deportivos como culturales.
No hay corsódromo en el desfile uruguayo, ni grandes carrozas y el tronar de los tambores marca el fin del desfile. El público baila y la avenida, regada con confeti, se va vaciando lentamente.
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