Miguel D. Mena
Hay un detalle constante que tiende a escaparse a la hora de valorar el aporte de Luis Días al imaginario dominicano: sus afiches y volantes.
Siempre me he sentido fascinado por esa capacidad de hacer de cada concierto una experiencia tan amplia, comenzando por la propaganda, por lo general repartida de mano en mano.
Ver así estos papeles, después de tantos años, es como levantar alguna alfombra-máquina y pensar en geografías que sólo se quedan en la mente. Aquí está "La Chunga", primeramente llamado "El consultorio", un local abierto por Sonia Silvestre y Víctor Víctor en aquella mítica segunda planta a finales de los setenta, en la esquina de la calle Hostos con Luperón, con librería, galería, abrazos.
Luego de la vuelta del Días de Nueva York (1982), la experiencia punk y ese gusto por la cultura pop ya estaba con nosotros. Aquellos conciertos en Casa de Teatro se daban a veces con una precariedad inmensa.
No pocas fueron las noches en que sólo las velas servían de amparo. Mientras tanto, ahí estaba un escenario adornado con algún pote de ron, un altar, imágenes de los santos, el relicario de las creencias populares. Luis tocaba solo por lo general, aunque de repente se dejaba caer Leo Cordero, algún percusionista, tal vez la misma Sonia hacía coro desde las gradas.
Un local también mítico fue el Café Poco Loco, abierto frente al Parque Independencia, en un ambiente que bien recordaba la casa de los okupas.
El local fue abierto por El Osito y por un alemán de esos con pinta de Robinson Crusoe. Estaba dentro de un hotel, que nunca supe cómo era que podía funcionar con ese ruido y con tanta gente rarísima, donde de plato fuerte se sirviesen las canciones del Luis.
Por el precio uno se dará cuenta de cómo andaba el dólar y cómo andaba Luis: dos pesos de entrada. También estos afiches sirven para ver la forma en que se ha ido moviendo la economía dominicana en estos tiempos modernos!!!
Hubo un tiempo en que Luis estuvo "prohibido" en Casa de Teatro. Una madre sumamente preocupada, vecina del local y jefa de una asociación de vecinos, había puesto el grito al cielo por no sé qué cosa -que todo mundo sabía-. Este ha sido el capítulo más triste de la Casa: el de la censura. Pienso que Freddy no podía hacer otra cosa, porque la presión era inmensa, y a veces hay que dejar que las aguas tomen su curso.
Eran esos tiempos de puro desarreglo para el Terror -y para toda la gente que estuvie en sus alrededores-. Por suerte que no duró mucho tiempo. Lo malo es que al Luis se le puso la piña agria, agrísima. Recuerdo habérmlo encontrado una noche en el Drake's y decirme que estaba usando una de mis tácticas: vendiendo su libro de poesía -"Tránsito entre guácaras"- a mano, para ver cómo resolvía con las monedas...
Era el año 1987. Entonces Luis y Susy vivían en un patio de la 19 de marzo, si mal no recuerdo. Siempre que pasabámos por ahí la sensación era la de estar frente a una remota cueva de Aladino. Luis no la pasaba tan bien. El sino de la precariedad económica siempre lo ha acompañado.
Pero aquí tenemos esos diseños que aparecían para sus conciertos. A través de todos estos años de conciertos luis-diurnos los he ido coleccionado.
Cuando el Terror retorna de su segunda larga permanencia en Nueva York, a la vuelta del siglo XXI, su trabajo caerá en manos del productor Luis Molina y su grupo de artistas cómplices: Alejandro Capellán, Jaime Guerra, Maurice Sánchez, Ángel, arropados por el concepto "Patín Bigote".
Ellos le organizan conciertos en el Teatro Nacional, en Bellas Artes, en el Hotel Jaragua. Logran lo más importante: una consistente documentación de su trabajo. Ya los flyers no serán mano a mano ni en fotocopia. El concierto del 2002 "El candidato" marcará una nueva etapa.
El Luis bregando directamente con la gráfica se habrá integrado a otro planos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario